Cuando el enemigo ataca: Las claves para ganar tus batallas espirituales

Cuando el enemigo ataca: Las claves para ganar tus batallas espirituales

by Charles F. Stanley
Cuando el enemigo ataca: Las claves para ganar tus batallas espirituales

Cuando el enemigo ataca: Las claves para ganar tus batallas espirituales

by Charles F. Stanley

eBook

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Overview

En algún momento de su vida, todos los cristianos nos enfrentaremos a un ataque satánico: un asalto enérgico del diablo con el propósito de dañar nuestro espíritu, alma o cuerpo. Dios quiere que los cristianos estén bajo su control, pero el enemigo nos quiere bajo su influencia, y hará todo lo posible por destruir todo lo bueno en nuestras vidas. Así que la pregunta no es cómo evitar los ataques satánicos, sino cómo vencerlos.

Satanás no es omnipotente, aún así, es un adversario muy poderoso. Sin embargo, Dios no nos abandona a nuestra propia defensa, y quiere que entendamos su poder sobrenatural y su habilidad ilimitada para ayudarnos. El doctor Stanley mostrará a los lectores cómo alcanzar la victoria:

  • Identificando al enemigo
  • Vistiéndonos con toda la armadura de Dios y resistiendo
  • Liberando la energía de Dios, su divino poder y protección a través de la oración
  • Detectando los avisos de prevención de los ataques satánicos en las áreas de las finanzas, la familia, las relaciones o la salud

La guerra espiritual se pelea diariamente en el campo de batalla de su mente. El adversario sabe que si puede influir en sus pensamientos y dirigirlos, es sólo cuestión de tiempo para que usted sea vulnerable a la seducción del pecado. El doctor Stanley enseña que para resistir los ataques de Satanás, usted debe meditar en principios bíblicos y tomar cada pensamiento cautivo, armándose con la espada del Espíritu: la Palabra de Dios.


Product Details

ISBN-13: 9781602556942
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 11/16/2004
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 240
Sales rank: 131,007
File size: 1 MB
Language: Spanish

About the Author

El Dr. Charles Stanley fundó In Touch Ministries y sirvió durante más de cincuenta años en la Primera Iglesia Bautista de Atlanta, Georgia. Es autor de más de setenta libros, entre ellos Cada día en su presencia. «En contactos con Dr. Charles Stanley» se transmite en más de 3.600 emisoras de televisión, radio y satélite en todo el mundo en más de setenta idiomas. La galardonada revista devocional In Touch se imprime en cuatro idiomas y se envía a más de un millón de suscriptores. El legado del Dr. Stanley está mejor representado por Hechos 20:24 (NTV): «La vida no vale nada a menos que la use para hacer el trabajo que me asignó el Señor Jesús: el trabajo de contar a otros las Buenas Nuevas acerca de la poderosa bondad y el amor de Dios» (NTV). Porque, como él dijo: «Es la Palabra de Dios y la obra de Dios que cambian la vida de las personas».

Read an Excerpt

Cuando el Enemigo Ataca


By CHARLES F. STANLEY

Caribe-Betania

Copyright © 2004 Editorial Caribe, Inc.
All right reserved.

ISBN: 978-1-60255-694-2

Contents

1. El rostro del mal....................1
2. La naturaleza de nuestro enemigo....................8
3. El resultado de la batalla....................21
4. Las trampas del enemigo....................34
5. El discernimiento....................54
6. Cómo extinguir los dardos de fuego....................71
7. La estrategia detrás de cada tentación....................94
8. Cómo responder a la tentación....................126
9. Manténganse armado para la batalla....................147
10. La armadura que debemos «tomar»....................169
11. Su posición firme en la oración....................184
12. Proteja a su familia....................202
Conclusión....................221
Acerca del autor....................225

Chapter One

Todavía recuerdo vívidamente cómo me sentí aquel 7 de diciembre de 1941. Tenía nueve años en aquel entonces cuando escuché, un trágico domingo por la tarde, que los japoneses habían atacado sorpresivamente al puerto de Pearl Harbor. Vi como nuestra pequeña ciudad, Danville, Virginia, comenzaba a enfrentar las posibilidades de una guerra. Un enemigo inesperado había atacado, y nuestras vidas nunca más iban a ser como antes.

De la misma manera, nadie hubiera predicho los ataques terroristas a nuestra nación el 11 de septiembre, 2001. Cuando esos aviones chocaron contra el World Trade Center y el Pentágono, nuestra sociedad de paso apurado se detuvo repentinamente. Había ocurrido lo impensable. Los Estados Unidos habían sido atacados por un enemigo que nos odia por quienes somos y lo que creemos.

A través de nuestras vidas enfrentamos muchas clases diferentes de enemigos. Algunos son motivados por razones personales. Tal vez usted no le gusta a una persona por un número de razones; tal vez esa persona esté celosa de su éxito o tal vez quiera tomar de usted algo que quiere para sí misma. Tal vez alguien lo odie tanto que quiera dañarlo de manera muy seria o aun matarlo.

Cuando usted conoce a su enemigo, y está preparado para el ataque, es posible obtener la victoria. Pero yo he encontrado que los enemigos más grandes son desconocidos e inesperados. Por ejemplo, un amigo de confianza que se vuelve en contra suya cuando ve la posibilidad de ganancias personales. Un compañero de trabajo que dice chismes y trama ardides contra usted con la esperanza de obtener un ascenso. O un ladrón que se esconde en la noche esperando robarle. Las motivaciones que todos estos enemigos tienen en común se encuentran en la raíz del mal.

El mal es algo que sabemos que existe, pero no es un tema del que queramos hablar o que queramos confrontar. El mal tiene un rostro. Es peligroso ... oscuro ... siniestro ... mortal. ¿Sabe usted cuál es la fuente por excelencia del mal? ¿Está consciente de la forma en que opera el mal? Si usted no sabe cómo opera, entonces, ¿cómo puede protegerse a sí mismo y proteger a sus seres amados en forma adecuada cuando ataca de golpe?


Separando el bien y el mal

Todos sabemos que el bien y el mal existen en el mundo. Desde muy pequeños se nos enseña que algunas cosas son malas, y que otras son buenas. Desde niños se nos enseña que debemos desarrollar la habilidad de distinguir entre el bien y el mal. A medida que crecemos, se nos advierte que estemos atentos a las circunstancias que nos rodean para así poder evitar el mal y escoger asociarnos con lo que es bueno.

Pero cuando yo les pregunto a las personas si les resulta difícil discernir el bien del mal, a menudo me responden: «Sí, me resulta difícil. Hay muchas áreas "grises" en el mundo hoy».

La mayor parte de la gente parece estar de acuerdo acerca de ciertos tipos de mal. Es malo que un padre abandone a su hijo o que lo abuse física, sexual o emocionalmente. Es malo que los portabombas suicidas hagan volar a personas inocentes. Es malo que una persona mate a otra a sangre fría, o que torture a otra persona.

Hay muchas cosas que inmediata y universalmente se categorizan como malas, por ejemplo, demostrar prejuicio racial, odiar a ciegas a una persona, malversar o manejar mal los fondos de una corporación, copiar en un examen, mentir, no ayudar a un necesitado cuando usted tiene los medios para hacerlo, robar, cometer adulterio, enojarse ciegamente con otros conductores en la carretera, participar en un tiroteo al azar desde un automóvil, secuestrar, violar, beber en exceso, usar drogas ilegales, y llevar a cabo otros muchos comportamientos malos, y permanecer apegado a actitudes de pensar mal.

Podemos ver ciertas situaciones y reconocer un aspecto del mal grabadas en ellas; por ejemplo, una enfermedad debilitante y dolorosa, sufrimientos de toda clase, el hambre en el mundo, la extrema pobreza, la persecución intensa de gente buena, o la profunda agonía por la pérdida de un hijo. Tal vez no podamos identificar con precisión la naturaleza exacta o la causa del mal, pero sentimos que la situación mala tiene un elemento tenebroso en ella. Reconocemos que las cosas no son como deberían ser en un mundo perfecto.

Somos muy rápidos para decir que todas estas acciones, actitudes y condiciones están marcadas indeleblemente por el mal. Pero a continuación viene la pregunta difícil: «¿Es la persona que ha cometido un hecho malvado o que tiene una actitud equivocada, malvada?»

«Bien,» dice la gente mientras da marcha atrás hacia la justificación, «probablemente el individuo sea bueno en lo profundo de su ser. Él no quiso hacer lo que hizo; es un producto de la forma en que lo criaron, de su cultura o de su religión fanática. Se cegó en forma temporal por la codicia o la lujuria. No sabía lo que estaba haciendo; sufría de locura momentánea».

Algunas veces sacamos esta conclusión: «Las personas son buenas, pero su comportamiento es malo». Tal vez hasta digamos: «Amamos al pecador y tenemos esperanzas de que cambie, pero el pecado es malo».

Todo eso puede ser cierto, pero, ¿qué hace usted cuando el pecado lo ataca a usted?

¿Qué dice y en qué forma responde cuando usted es víctima de maltrato de parte de su cónyuge, el objeto de las acciones terroristas, o la persona que ha sido malherida por un conductor ebrio?

¿Qué hace usted cuando su ser querido es tomado prisionero, su hijo es abusado por un adulto que usted y su hijo le tenían confianza, o cuando llega a su hogar para encontrar que le han robado, o recibe el diagnóstico de una enfermedad terminal?

¿Cómo discierne entre el bien y el mal cuando usted es la víctima de un ataque maligno?

¿Qué hace usted cuando reconoce que no siempre actúa de una forma positiva, piadosa o sabia hacia otras personas? ¿Qué sucede cuando el espejo de la realidad desnuda se le coloca delante de su rostro y usted se ve forzado a admitir: «Yo soy la persona que está causando dolor; yo soy el que está reaccionando con una mala intención o una mala actitud»?

¿Cómo trata con los asuntos del bien y del mal cuando usted los ve en el trabajo o en la guerra o dentro de usted mismo?

Reconocer el mal, enfrentar el mal, buscar el bien y evitar el mal, reconocer el mal dentro de nosotros mismos y cambiarlo a bien; todos estos asuntos se encuentran en la médula de nuestra existencia humana. Si realmente pudiéramos ser objetivos en cuanto a nuestras vidas, probablemente encontraríamos que pasamos la mayor parte del día tratando de hacer las cosas que catalogamos de buenas y correctas, y evitando situaciones, relaciones, encuentros y circunstancias que catalogamos de malas o incorrectas.

Algunas veces fracasamos en ambas, no hacemos lo que sabemos que es bueno y hacemos lo que sabemos que es malo.

¿Cómo mantenemos el equilibrio? ¿Cómo podemos perseguir el bien eficazmente y apartarnos del mal? ¿Qué hacemos cuando de pronto parece que somos víctimas del mal?

Esas preguntas son el corazón de este libro.

Las respuestas se encuentran arraigadas en la Palabra de Dios.

La Biblia enseña con toda claridad dos cosas en cuanto al mal:

1. Usted tiene un enemigo poderoso y ese enemigo tiene un nombre. Por años la gente ha hablado de Dios en términos generales. Han llamado a Dios: el Poder Superior, la Fuerza, o el Hombre que se encuentra arriba. La verdad es que el bien tiene un nombre, y su nombre es Dios.

El mal también tiene un nombre. Su nombre es Satanás o el diablo. El diablo es un ser espiritual que es la personificación suprema del mal. Lucifer es el nombre bíblico de uno de los arcángeles de Dios que se rebeló contra Dios y fue echado fuera a la tierra donde funciona como Satanás o el diablo. (En este libro, usaremos los términos Satanás o el diablo en forma intercambiable.) Él busca gobernar desde el ámbito de lo no visto; la dimensión espiritual.

Satanás puede usar lo que dice su suegra o un compañero de trabajo para venir contra usted. Puede usar terroristas, criminales y otra gente para causar daño o poner miedo en su corazón. Sin embargo, la persona que lo abusa verbalmente, el ladrón que le roba, el crítico que habla mal de usted, el rival que socava o bloquea sus buenos esfuerzos, o el asaltante que le pega no es su enemigo real. El enemigo real es el diablo que impulsó a la persona a hablar mal de usted, a robarle, a hacer lo posible para destruirlo o herirlo físicamente.

Detrás de cada persona malvada o de cada acto malvado ronda el verdadero enemigo de su vida. Él existe en el mundo espiritual y es despiadado en proseguir los planes que tiene en contra suya. Él es cien por ciento malvado y tiene un plan para destruir su vida.

Satanás es su enemigo.

2. Usted está en una batalla espiritual. No importa que usted no quiera estar en una batalla espiritual, usted lo está de todos modos. La batalla es entre el bien y el mal y usted es el premio. Dios quiere tener una relación con usted, bendecirlo y vivir con usted para siempre. Satanás quiere impedir que usted reciba todo lo que Dios quiere para usted. Satanás es el enemigo de todas las personas, ya sea que sigan a Jesús o no. ¡Él es su enemigo!

Usted es un blanco importante para el diablo. Él va a hacer todo lo que pueda para alejarlo de la verdad que Jesús es su Salvador y que por medio de Él usted puede recibir perdón y el don de la vida eterna. Satanás va a tratar de engañarlo de cualquier forma que pueda para mantenerlo alejado de Dios. El blanco de Satanás es su espíritu eterno.

«Yo soy creyente», tal vez diga usted. «Yo ya le pertenezco a Dios. El diablo no puede tener mi espíritu».

Si usted ha hecho un compromiso con Jesús como su Salvador y Señor, entonces está totalmente en lo correcto al decir que su espíritu ya le pertenece a Dios y que el diablo no puede reclamar el derecho en cuanto a su destino eterno. Sin embargo, las fuerzas satánicas le pueden hacer otras cosas a usted.

Satanás puede intentar hacerlo caer en ataduras tan profundas que usted va a perder el gozo de vivir. Algunos tal vez llamen a estas ataduras opresión, depresión o adicción. Si el diablo lo puede llevar a una atadura, usted no tendrá paz, no tendrá fervor para vivir y tal vez ni siquiera la voluntad para seguir viviendo. Usted va a luchar continuamente con deseos que no son satisfechos, impulsos que no son logrados, sueños que no son alcanzados y un destino frustrado o insatisfecho. El diablo hará lo más que pueda para destruir completamente todo lo que es esencial para una vida abundante.

El diablo puede y va a trabajar contra usted para impedirle que tenga un testimonio positivo de Jesucristo en el mundo. Él hará todo lo posible para robarle los recursos que de otra forma usted usaría para extender el evangelio, tratará de destruir su reputación para que cualquier cosa que usted diga acerca del Señor caiga bajo sospecha y procurará matar sus valiosas relaciones con otras personas para que usted se sienta desmoralizado y no crea que puede ejercer influencia a favor de Cristo en otra persona.

Así que, ¿cómo debemos lidiar con el diablo? ¿Cómo podemos combatir a nuestro verdadero enemigo y resistir sus ataques espirituales?

La primera regla de toda batalla es esta: conozca a su enemigo. Si usted no conoce a su enemigo, ¿cómo puede pelear contra él? ¿Cómo puede estar de pie y victorioso contra un enemigo que no puede identificar o que no ha identificado?

Sí, debemos conocer la naturaleza de nuestro enemigo. Debemos entender quién es y cómo trabaja.

Chapter Two


La naturaleza
de nuestro enemigo

Por la mirada en el rostro de la enfermera supe que algo estaba mal. Tan pronto como me quitó las vendas, dijo abruptamente: «Voy a ir a buscar al doctor». Con eso, dio media vuelta y se fue apresuradamente del cuarto. Sus palabras no fueron inusuales. El tono en que las dijo y la mirada en sus ojos fueron los indicadores verdaderos de que algo estaba muy mal.

Las palabras del doctor fueron evasivas: «Estas cosas toman tiempo. Esto puede ser normal. Nada se puede predecir completamente».

La verdad era que la operación no había sido un éxito completo y de mi parte, los resultados no fueron los que yo esperaba. Me pareció que ninguna cantidad de tiempo iba a arreglar el problema. El resultado fue desfigurador y doloroso y lo peor de todo, fue que la visión fue afectada. Los ojos me lloraban constantemente y cuando mi visión no era borrosa, era doble. No podía leer, estudiar, ni hacer prácticamente nada que requiriera el uso de los ojos. Y esto continuó semana tras semana.

No podía ni leer ni estudiar lo necesario para preparar sermones. No pude predicar por varios meses. Tampoco podía conducir mi automóvil, tomar fotografías ni revelarlas en mi cuarto oscuro, ni mirar videos o programas noticiosos, como así tampoco enfocar la vista por mucho tiempo en las visitas que me venían a ver.

La mayor parte del tiempo me sentía físicamente muy mal, aburrido por falta de cosas que hacer.

Mi situación era muy difícil y me dejó abierto a ataque espiritual. Mi visión estaba en peligro y me dolía el cuerpo. Los ataques más intensos del enemigo me venían en medio de la noche, en momentos quietos e inesperados, mientras oraba.

El enemigo me susurraba en el oído: «Nunca vas a recobrar la vista. Nunca vas a poder leer la Biblia de nuevo por más que unas pocas palabras o un par de versículos. Nunca vas a poder predicar de nuevo con la libertad que lo hacías antes».

Si yo no me movía con rapidez para apagar esas mentiras, el enemigo continuaba con sus burlas: «Estás liquidado. Acabado. Nunca más harás lo que amas hacer y has dedicado tu vida a hacer.

Continues...


Excerpted from Cuando el Enemigo Ataca by CHARLES F. STANLEY Copyright © 2004 by Editorial Caribe, Inc.. Excerpted by permission.
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